El lugar de Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888-Buenos Aires, 1963) en la historia de la literatura española ha estado siempre por debajo de sus méritos estéticos. Quizá la mengua no es tan visible ahora, a favor de la flexibilidad del canon postmoderno, pero sí lo era cuando el rango de un escritor lo determinaban criterios de solvencia política, hondura ideológica e identificación nacional.