¿Puede la atrofia sensorial proliferar en el seno de una familia, hasta el punto de que ni uno solo de sus miembros quede libre de ella? ¿Puede alguien verse avocado a dos naufragios en cuestión de horas? ¿Y sobrevivir a ambos? ¿Puede alguien llamarse Eje? ¿Y Eje o Heje indistintamente? ¿Y puede su padre estar unos días ciego y otros no? ¿Tienen pestañas los cerdos? ¿E iniciativa? ¿Nadar desmemoria? ¿Y bordar? ¿Pueden unos pobres de solemnidad vivir en una casa de película? ¿Puede en determinadas condiciones brotar el barro espontáneamente de una fotografía? ¿Penden las montañas boca abajo? ¿Puede ser un reflejo una quimera en tanto que no interceptado? ¿Puede el rapto consentirse? ¿Y forzarse el adulterio? Si la religión es como el opio, ¿cómo qué es el opio? ¿Confiaría alguien en su sano juicio en un palomo como interceptor de reflejos? Si un perro durmiendo con manta es una aberración, ¿qué es un perro que sólo cuando duerme va sin manta? ¿En verdad saldría una sirena del mar en busca de flores con la naturalidad con la que un bañista se zambulle en el agua? ¿Qué clase de hombre coleccionaría manos? ¿Y qué clase de coleccionista perdería una? ¿Puede dar directrices una muda? ¿Qué clase de políglota se haría acompañar de traductores? ¿Y qué clase de fortuna cabría augurarle?
Puede. Eso dependerá del mar. Esto del cielo. Raramente. Rara e intermitentemente. Se ve que sí y se ve que no. Si acaso en los ojos. Más bien molicie voluntariosa. No, pero cansa. Menos que abordar. La solemnidad engaña mucho pero las películas más. En determinadas condiciones, a saber; normalmente, no. Ni entendiendo el cráter de un volcán como un colapso sobre sí mismo. Algunos aun interceptados. No debería. No lo sería. Si la pregunta es como la respuesta, ¿como qué es el colofón? Si acaso, en el sano juicio de otro. De noche, al menos, una aberración no. Cuando el mar se vuelve laminar, la tonsura, la tersura y la cortadura son las flores de la naturalidad. Uno poco común. Uno que tuviese al menos dos. Miles por cada generatriz. Uno poco dado al lucimiento o, por qué no, uno mortificado por la afectación. ¡Eso!