Lucha por ser el más grande, aunque es posible que al final todos sean pequeños.
Son cinco. El elegante y acomodado, el fullero buscavidas, el profundamente herido, el que aún es un proyecto de hombre y sobre todos ellos «el rey», que los observa desde su trono y espera a uno de los cuatro: aquel que sobreviva a los otros tres.
Se necesitan por encima de odios, desprecios o lealtades. Sin ellos y todos los que antes han quedado atras, ninguno de los cinco sería el mismo. Se admiran tanto como se detestan y se conocen tanto como se temen.
Una lucha sin cuartel con unos ejercitos de solo diez y seis pequeños soldados que manejan a su voluntad, en un minúsculo campo de batalla de cuadros blancos y negros.
El «rey» los observa desde su sillón. Ese sitial que ocupa desde tantos años atras. Es suyo y lo defenderá, como ha hecho en otras ocasiones. Será su última guerra y anhela ganarla, cueste lo que cueste. Ganarla no tiene precio; solo un gran coste.