Todo el rebaño de camellos estaba alborotado. Saúl, el jefe de los camelleros anunció que el mago Gaspar emprendería el viaje más maravilloso de la historia y que necesitaría un camello especial.
No tardaron las rojizas arenas del desierto en propagar la noticia.
Los camellos más fuertes iniciaron el camino hasta el palacio del mago. Algunos ya habían atravesado varias veces las arenas de Arabia y del Sáhara, otros habían viajado hasta el lejano Gobi e incluso algunos llegaron a las islas Afortunadas.
En los límites de las tierras de Gaspar vivían los camellos sin dueño. Su trabajo era jugar con los niños, dar leche y con su pelo ofrecer abrigo: camellos blancos, camellos pequeños o altísimos, camellos sin orejas o tuertos…
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