La línea que separaba lo personal de lo profesional era muy delgada.
Frente a la puerta del ático del famoso playboy Demyan Zukov, la secretaria Alina Ritchie temblaba debido a los nervios. No debería haber aceptado el empleo. Se sentía perdida, y eso que aún no había conocido a su nuevo jefe.
La mala reputación de Demyan era cierta. Sus miradas apasionadas la hacían sentirse casi desnuda. Descubrió que su forma de mirarla despertaba en ella una rebeldía que la impulsaba a desafiarlo continuamente.
Pero si cada vez que se rozaban saltaban chispas, ¿cuánto tiempo podría Alina continuar negándose a lo que su cuerpo le reclamaba a gritos?