No creía en el amor, ni en el matrimonio, por lo menos para ella. Para los demás, Kelsey Armstrong Waters organizaba las mejores bodas y les deseaba lo mejor. Pero los fracasos matrimoniales de sus padres la hicieron jurarse que nunca recorrería el camino hasta el altar. Hasta que conoció a Will Addison.
Llegó pidiendo ayuda para organizar la boda de su frívola hermana, y contra lo que le decía su instinto, Kelsey accedió. Él era guapo, sexy, un romántico que creía en el amor. Provocaba en ella sueños y sensaciones que creía que nunca experimentaría. Se le estaba olvidando la norma principal: “Recuerda, Kelsley, ¡tú nunca serás la novia en una boda!”