Nadie por encima de su ley.
A la pérdida de su empleo, Jacinto deja ir también la autoestima; sus ahorros se escurren y los problemas le vienen encima. Son tiempos en que la tierra se sacude, al igual que su vida. Algunas señales en forma de conflictos empeoraban sus circunstancias, pero la mano de Dios le guía a escribir, iniciando así su sanación... ¿o salvación?
En su travesía debe primero lidiar con lo que llama la Santa Inquisición de los nuevos tiempos: la agencia fiscalizadora que, por encargo especial, se ensaña con él atribuyéndole los más inverosímiles cargos, aprovechando el ambiente social anticorrupción y anti-PRI que hay en el país. ¿Debe quedarse callado? ¿Los de siempre lo asoman como carnada? A menos que se defienda por todos los medios legales y espirituales a su alcance, el aparato burocrático se apresta a devorarlo.
Un peregrinar en el que el personaje debe lidiar con «terremotos», «temblores» y «réplicas» muy particulares que lo encauzan a la rotura de paradigmas y al cumplimiento de nuevos sueños.
¿Sobrecalificado y desempleado? ¿Enmedio de problemas y deprimido? O, simplemente, ¿enviado al paredón?
Las piezas de un derrumbe pueden servirpara una grandiosa edificación#