Sin consultarlo con la Superiora ni comentarlo con sus compañeras, Sor Angélica decidió aliviar a los hombres de huesos destrozados, de miembros amputados, de memoria extraviada en los lejanos campos de batalla que olían a pólvora y gato muerto. Le parecía razonable que el sexo por misericordia fuese una forma de piedad cristiana para con el prójimo. ¿Acaso había alguien que resultara perjudicado con esta acción? ¿Cuál era el problema, entonces?
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- Textos
- Los zapatos rojos de Amelia
- Hombre desnudo fumando en el balcón
- Mano de monja
- De cuando conocí a Drácula
- El último bramido de un barco perdido en la noche
- Elogio de los desastres
- Fuera de foco
- A todo gas
- Ajuste de cuentas
- La cifra de mis pasos
- Otra vuelta de página
- Un largo día doblado en cuatro
- El arco de la luna
- En defensa propia
- Textículos
- El juego de los espejos
- Un toque de amor virtual
- Cuadros de una exposición
- El demonio acecha en los espejos
- El vuelo de la mariposa
- La reina de espadas
- La visita
- Los espejos de la noche
- La dura prueba
- De dulce y agraz
- Mujeres frente al mar
- Sabor a ti
- El 217
- Música en el aire
- Leer es como volar
- Serán otros hombres
- Índice