La autora instala el signo cuestionador de la crítica cultural como instancia de reflexión que relativiza la perspectiva totalizante de cada disciplina, y pone en tensión saberes académicos y prácticas sociales. Es un análisis del polémico significado de las diferentes estrategias de discursos: los de la cultura militante de izquierda, los de la neovanguardia estética y los de las ciencias sociales.
Se invoca la necesidad de repensar la cultura crítica en un orden donde tienden a darse nuevas formas de resublimación represiva; un orden exitosamente postdictatorial y mercantilizado, de hiper-transparencia, de nueva racionalización económica de los sujetos y de profesionalismo administrativo en el campo del poder.