La novelística del siglo XVIII está constituida por dos corrientes o dos tentativas: una corriente continuadora, imitadora e imitativa, y otra renovadora, casi revolucionaria. La primera consiguió materializarse en excelentes textos literarios (Isla, Villarroel, algunos contumbristas); la segunda, más conflictiva (Montengón, Cadalso y otros), no tuvo tiempo de desarrollarse enteramente, pues las circunstancias políticas y sociales se lo impidieron.