Chist, chist… Sí, a ti que estás leyendo estas líneas. Soy Didie, musa de profesión y con grandes éxitos en mi carrera. Me encanta poner del revés la vida de los acogidos que cuidadosamente selecciono; sí, sí, los elijo yo, y esta es una de mis normas más inquebrantables. Otra es que tienen que hacer todo lo que yo les pida, porque las musas somos así de caprichosas. Es la parte más divertida de mi trabajo. Si vieras cómo me miran al escuchar alguno de mis encargos… Y la última es que está prohibido enamorarse de mí. A veces mis acogidos se confunden de sentimiento por culpa del enorme influjo que causo sobre ellos, pero hasta ahora no he tenido ningún problema en controlar la situación. Es una profesión que recomiendo; no por su remuneración, sino por lo emocionante que resulta descorchar la vida de los demás. Además, no tengo más que calzarme unos tacones de varios centímetros de esperanza, vestirme con tus mejores recuerdos, pintarme los labios de un intenso color rojo-promesa… Y dar rienda suelta a la imaginación. Perdona, pero ahora me tengo que ir porque he quedado en un ratito con William, mi actual acogido. Es escritor, mi especie favorita, y está muy, pero que muy, perdido. La verdad es que se ha convertido en todo un reto, entre otras cosas porque es un cabezota que pretende saltarse todas las normas; incluida esa, sí. Pero yo no se lo permito porque las musas somos muy… Pues eso, bastante… Para no exagerar, un poco… No sé cómo explicarlo. ¿Y tú? ¿Sabes de qué están hechas las musas?
- Nota de la autora
- Capítulo 1
- Capítulo 2
- Capítulo 3
- Capítulo 4
- Capítulo 5
- Capítulo 6
- Capítulo 7
- Capítulo 8
- Capítulo 9
- Capítulo 10
- Capítulo 11
- Capítulo 12
- Capítulo 13
- Capítulo 14
- Capítulo 15
- Capítulo 16
- Capítulo 17
- Capítulo 18
- Capítulo 19
- Capítulo 20
- Capítulo 21
- Capítulo 22
- Capítulo 23
- Capítulo 24
- Capítulo 25
- Capítulo 26
- Capítulo 27
- Capítulo 28
- Capítulo 29
- Capítulo 30
- Agradecimientos