Cassie Nevins soñaba con alguien con el que terminar el día, alguien como Charlie el vaquero, el héroe que había inventado para los cuentos que le contaba a su hija... y que también había protagonizado algunas de sus fantasías. Charlie actuaba de acuerdo con el código del viejo oeste: sé honesto, trabaja duro, di siempre la verdad y asume tus responsabilidades.
¿Cómo era posible que el desconocido que se había presentado en su casa se pareciera tanto a su héroe? ¡Hasta tenía el mismo hoyito al lado de aquella boca tan irresistible! Lo único que sabía Cassie era que ese hombre podría hacer realidad todos sus sueños, incluyendo el «felices para siempre».