Los relatos de Poe tienen la textura del sueño. El lector transita por una zona en la que se borran los límites entre la realidad y la fantasía. Pero en él, el sueño no es una huida, sino una revelación. De la misma manera que el cielo reflejado en el lago es más puro que el cielo real, la vida reflejada en el sueño aparece más nítida y pura que la vida vivida. Lo que nos inquieta de Poe es lo que nos cuenta de nosotros mismos, [...] de esos sentimientos humanos —la crueldad, la venganza, la violencia— que escondemos en el subconsciente bajo una capa más o menos delgada de civilización y de cultura. Cuando el dique se rompe, los sentimientos afloran impetuosos. Lo que asombra en él es la capacidad para convertir en inciertas las situaciones cotidianas, su habilidad para aproximarnos a lo desconocido, su invitación a que nos adentremos en el territorio inexplorado de la muerte. Sus relatos son descripciones del alma humana retorciéndose en las convulsiones de la ruptura y del límite.