Cuando una persona se rompe, no se puede reparar. Quizás sea posible curar las heridas físicas, disimular las cicatrices, pero el interior nunca se recompone. Con el tiempo el dolor se vuelve costumbre, se convive con él. Incluso puede que llegue a convertirse en un amigo fiel, pero nunca se supera. Lo máximo a lo que se puede aspirar es a soportarlo. Miriam Muntasir lo sabía muy bien. Llevaba meses luchando por recuperarse de todo el daño físico y moral que le habían infligido sólo por el hecho de ser mujer y yazidí. Vulnerable, indefensa, presa fácil, había sido sometida a todo tipo de torturas para obligarla a renunciar a todo lo que era como ser humano. Y los fanáticos de Daesh casi lo habían conseguido. Pero, habiendo descendido al peor de los infiernos ya sólo le quedaba levantarse y reclamar lo que en justicia le correspondía, a ella, a los suyos, a todo su pueblo: venganza. La fría, tranquila, meditada y reconfortante venganza.
Pero, Miriam no era la única que buscaba hacer pagar a los terroristas por sus crímenes. Malik al Gharoudi, un joven con un prometedor futuro, había dejado, diez años antes, al amor de su vida, a su familia y a sus amigos para ajustar cuentas con aquellos que, en nombre de una fe cuyo mensaje habían retorcido hasta convertirla en una aberración, mataban indiscriminadamente a todos los que no pensaban como ellos: los talibanes, Al Qaeda, Daesh… Sólo, transformado en otro, resultó el más devastador "caballo de Troya". Convertido en una leyenda tras rematar con éxito más operaciones de las que recordaba, se vio obligado a aceptar una última misión para acabar con los últimos vestigios del horror extremista.
Miriam y Malik, proceden de entornos diferentes pero comparten un objetivo común, por lo que se convierten en inesperados compañeros de acción antiterrorista junto con un grupo plurinacional de valientes, en una carrera contrarreloj por diversos países europeos y el norte de África.