Tras el excepcional Nueva York después de muerto (Premio Nacional de Poesía y Premio de la Crítica), Antonio Hernández pasea por sus geografías cotidianas, Madrid y Cádiz, desde las que, fervoroso y escéptico a un tiempo, tiende puentes a una multitud de facetas de la realidad y de la conciencia. Para cumplir estos recorridos, Viento variable se hornea como un hojaldre que, en sus diversos estratos, lleva del poema individual, y su anécdota, a los niveles más elevados de sentido, generados en el diálogo, afirmación y conflicto, entre sus diferentes partes. Brilla aquí la poesía total que Hernández persigue desde sus inicios y en la que se dan cita la realidad y el misterio, lo narrativo y lo simbólico, lo prosaico y lo lírico; con recursos de una polifonía de géneros —periodismo y teatro, ensayo y cine, cuento y aforismo—; fundido todo en virtud de un único tono poético —hecho de modulaciones y contrastes, de una original imaginación poética y de cierta tierna ironía—, que es sostén y logro mayor del libro.